Pinturas Semilla

Por Germaine Gómez Haro

para Semillas, 2011

En su cuarta presentación en la Casa Lamm, Virginia Chévez ha intitulado su exposición Semillas, una sugestiva metáfora que nos habla de los orígenes del fluir de la vida. Semilla es germinación, construcción y devenir. Enorme en su pequeñez, la semilla es transformación continua y así se vislumbran sus pinturas recientes: hermosos campos de cultivo en los que, a partir de la semilla, el milagro de la transformación echa raíces para construir paisajes del alma desde diversos estadios de la conciencia.

    Virginia Chévez se ha desempeñado en la pintura no figurativa. Sus lienzos de formas y tamaños multidiversos expresan por la vía de la abstracción los pensamientos filosóficos y la búsqueda espiritual de su autora, interesada en captar el común denominador que subyace en las diferentes religiones. Del budismo extrae el concepto del fluir de la conciencia, y sus cuadros, como mantras de colores, resuenan rítmica y armoniosamente en la pupila del espectador a través de capas y capas de pintura delicadamente aplicadas. Son una suerte de palimpsestos en los que el observador acucioso descubrirá un universo cromático de una riqueza visual infinita, así como atisbos del pensamiento y sentir de la pintora que deja plasmados en frases dispuestas al desgaire que se entreveran en las superficies texturadas del lienzo.

    Como en el ciclo natural de la gestación, la semilla es mutación perenne. Es sabiduría, misterio y revelación. Éstos son también los preceptos que sigue Virginia en su creación pictórica, en un vaivén de tonos fríos y cálidos, materia y transparencias, trazos sobrios y voluptuosos que en su conjunto conforman un universo abierto a las experiencias sensoriales y ópticas. Sus pinturas, que son variaciones sobre un mismo tema, ofrecen la posibilidad de jugar con diferentes estadios anímicos: sus composiciones oscilan entre la paz y el silencio, y van in crescendo hasta alcanzar tonalidades estridentes como voces que resuenan en ecos altisonantes. Su luminosa paleta compuesta de naranjas, rojos, azules, amarillos, morados, cobres y dorados ha devenido más serena en el predominio de los blancos y tonos apastelados que ahora emiten un rumor callado que poco a poco se ha convertido en susurros, murmuros, voces silenciosas que dan lugar a nuevos vocablos.

    Virginia se nutre de la lectura de diferentes escritores y pensadores como Tich Nhat Hanh, Thomas Merton, John C. Maxwell, Eckhart Tolle, Thomas Moore, García Lorca y Neruda para desarrollar el planteamiento filosófico que sustenta su producción pictórica. Complementa la muestra un texto de su autoría en el que la pintora expresa: “Brota de pronto, con el temple de una semilla bien plantada un atisbo de realidad”. Efectivamente, en sus pinturas no figurativas se percibe con claridad la realidad interior del alma de la artista que ha recorrido el camino de la creación por veinte años plantando semillas con amor y dedicación, y cosechando la belleza de un arte pleno de calidades y cualidades estéticas.